domingo, 1 de enero de 2017

MARCIAL LUNA





Nativo de San Onofre, Sucre, pero residente en Montería. Nacido en 1948 y además es ciego, limitación de la que dice no ha sido obstáculo para aprender a tocar el instrumento y mantenerse con una trayectoria musical de más de 48 años.

Su inquietud por la música nace en Montería, donde su abuela le entregó como regalo una violina. Empezó solo a sacarle las primeras notas y cuando ya la dominaba, le dijo a su padre que su verdadera afición estaba en el acordeón.
Señaló que viniendo de la casa de un tío en San Onofre pasó por una parranda y escuchó a un acordeonista, se le acercó y le preguntó si tenía un instrumento que le pudiera vender, para su agrado el músico le dijo que sí, era un acordeón de dos hileras de botones y lo compró en 120 pesos.
“Fue mi primer acordeón, en mi pueblo no había  intérpretes así que aprendí solo. En 1964 ya tocaba con seguridad, desde entonces estoy interpretando este instrumento que se ha convertido en mi vida”, sostuvo.
“Soy uno de los acordeoneros más veteranos porque comencé primero que los que están actualmente en la nueva generación de la música vallenata, a ellos se les debe esta renovación, me siento contento con estos muchachos que se han encargado de que esta música siga adelante”, indicó.
Marcial Luna ha participado en 19 oportunidades en el Festival de la Leyenda Vallenata, nunca ha obtenido el título de rey, aunque ha estado a punto de lograrlo.
“Esto no me desmotiva, por el contrario regreso cada año porque sé que con mi participación le estoy haciendo un aporte a este bello folclor”.
Dijo que en 1989 cuando Omar Geles ganó el Festival pasó entre los cinco finalistas, lo mismo ocurrió en 1990 cuando el rey fue Gonzalo Arturo El Cocha Molina.
Aunque no es rey en Valledupar, si se coronó como soberano en El Festival de san Juan de Urabá y fue segundo y tercer puesto en dos oportunidades en el Festival Sabanero que se realizaba en Sincelejo.
“La música es de oído”, señala al precisar que el haber nacido ciego no le impidió convertirse en un hábil intérprete del acordeón. “Yo como que salí muy bueno para eso, aprendí a tocar solo y ahí seguí para llegar al  lugar en que me encuentro”.