sábado, 23 de febrero de 2019

LEANDRO DIAZ

LEANDRO DÍAZ DUARTE: ¡EL INVIDENTE GENIAL QUE TODO LO VEÍA!


 Por: Ramiro Elías Álvarez Mercado
“En la casa de Alto Pino se oyó por primera vez el leve llanto de un niño que acababa de nacer”
Un día 20 en el mes de febrero del año 1928, un niño invidente llegó al hogar conformado por Abel Duarte y María Ignacia Díaz, en un lugar denominado “Alto del Pino”, jurisdicción del Municipio de Barrancas (Guajira), al cual se le bautizó con el nombre de Leandro, llevando por delante el apellido de su Madre.
Ninguna de las personas que le conocieron a temprana edad, le auguraban un buen futuro, dada su limitación visual. No obstante ello, el destino le tenía deparadas cosas muy grandes, que solo con el correr de los años, se habrían de enterar quienes desde pequeño le conocieron. Quizás no comprendieron, que aquello de lo cual carecía (visión), le sería compensada de otra manera: una gran agudeza auditiva de tal manera que todo lo que ocurría en derredor por él era percibido, dando con ello vuelo a su imaginación.
Como era de esperarse, sus primeros años de vida transcurrieron en el campo rodeado de la naturaleza, la fragancia de flores y árboles, el canto de las aves, el correr de las aguas, las gallinas brincando y el mugir de toros y vacas. Toda esa constelación de múltiples y variados sonidos, fueron desarrollando en él, una cosmovisión muy particular, un mundo mágico y surrealista, que soñaba dar a conocer.
 Ese mundo en que se sumergía diariamente, le fue dando motivos para que se pudiera inspirar, de modo que más tarde se habrían de traducir en cantos muy originales, producto de sus vivencias y  una sensibilidad extraordinaria que fue desarrollando, cada vez mayor.
Puede afirmarse, sin duda alguna, que Leandro se convirtió en un cronista muy agudo de la realidad que lo circundaba, pues a todo el que le visitaba le solía preguntar por múltiples cosas, motivo por el cual mantenía enterado de los sucesos ocurridos en su región. Y ni que hablar de las damas, que empezó a tratar, con dulzura y encanto, fueron fuente de gran inspiración, aunque siempre se dolió así mismo de sus penas, porque muchas veces se sintió muy solo, tal como lo expresó en su célebre canción: “A mí no me consuela nadie”
Muy a pesar suyo, de no haber tenido una formación académica, fue todo un visionario de los problemas que padecía nuestra sociedad, motivo este que lo condujo a expresarse con cierta rebeldía, ante hechos que no consentía o no eran de su agrado.  También se manifestó en otras áreas de la cotidianidad fueran estos de carácter amoroso, social, político o económico.
Peleó con todo y contra todos, manteniendo un dialogo permanente con la vida, la muerte, el amor, el desamor, método a través del cual lidió con sus versos certeros cargados de melodía y textos pletóricos de filosofía, poesía y pedagogía. Además de lo anterior, fue un auténtico Rey de la metáfora, pues con una precisión asombrosa, creó expresiones idiomáticas no comunes que causaban admiración, como fue el caso de su célebre canción titulada “La Diosa Coronada”, a quien Gabriel García Márquez denominó el mejor de los cantos Vallenatos.
La influencia del maestro Leandro Díaz en los cantos vallenatos, está entre el romanticismo clásico de una riqueza melódica, fuerza en la composición, al igual que su precisión idiomática y un grafismo verdaderamente asombroso.
Tuvo un sentido práctico de la vida, vivió intensamente su mundo interior, mientras que otros esperaban la luz eléctrica o solar, él siempre se conformó con la iluminación espiritual y una luz interna con mucha fuerza que lo hizo salir de su mundo de tinieblas.
Leandro Díaz tuvo la particularidad de convertir el sufrimiento en un crisol, con lo cual templó su condición poética y el talento que el Supremo Creador le concedió. Muchas de sus canciones nacieron en esos momentos en los que el deseo se desbordaba y el amor parecía ser lo único que contaba. Por esa razón su música constituye un retrato o el vivo reflejo de sus experiencias personales y del deseo de amar.
Hablar del Maestro Leandro Díaz, es hacer referencia a un hombre con una inteligencia increíble, la cual era muy común sentirla al escuchar sus frases muy originales, esencia de unos verdaderos pensamientos filosóficos, tales como los siguientes:
“Mientras más lento se piensa, más rápido se triunfa”
“Si las mujeres no existieran el corazón de los hombres no tuviera oficio”
“Yo no soy compositor, soy un pensador que le pone melodía a los pensamientos”
“A las mujeres siempre las he exaltado, hasta cuando me pagaban mal”
“Dios no me puso ojos en la cara, porque se demoró poniéndomelos en el alma”.
Rodeado del amor y la amistad de miles de hombres y damas que admiraron su valioso legado poético – musical, partió de este mundo el día 22 de Junio del 2013 en la ciudad de Valledupar.
Cuando hablo del maestro Leandro Díaz me embarga una gran tristeza y por eso decidí traer a colación una frase del profesor Jairo Soto Hernández:
“Nada es más triste que un recuerdo feliz”. Leandro Díaz





Recordando a Leandro Díaz, el compositor que veía con los ojos del alma


Uno de los más refinados y legendarios referentes de la canción vallenata, por la fértil imaginación y finos versos del autor, lo es sin duda Leandro Díaz, “el compositor que veía con los ojos del alma”.
Y es Leandro Díaz, el personaje de hoy, en las habituales Crónicas Musicales del profesor Jairo Soto Hernández para VL NOTICIAS y para extranoticias.com.co, en un trabajo que nos presentará apartes de su vida, con anécdotas vivas de ese gran maestro del folclor vallenato.
Soto Hernández trae en esta ocasión recuerdos del gran compositor, convertidos en anécdotas que muestran además el gran sentido del humor de Leandro Díaz, a quien la vida le permitió ver mucho más allá que a muchos de los que pueden ver la luz del día.
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