martes, 11 de junio de 2013

PACHO RADA

Nació el 11 de Mayo de 1907 en El Difícil, Magdalena, hijo del acordeonista Alberto Constantino Rada Ballesta y María Gregoria Batista Villareal, nativos de la población de plato, a continuación transcribimos el texto de su biografía: “Mi padre era un hombre divertido y nunca le faltaba el acordeón, tocaba para divertir a sus amigos quienes se iban de parranda con él. Yo en mi curiosidad de niño, observaba aquello que me parecía fácil. En 1915 mi padre fue invitado por su amigo Galo Larcón a su finca “El Tequendama” con motivo de las festividades del 11 de Noviembre. Todos reunidos allí, yo aproveché la hora del almuerzo, momento en que ellos se encontraban ocupados, toqué el acordeón y toqué el merengue “El Cometa” que era predilecto de mi padre. La sorpresa de los presentes fue mayúscula, especialmente para mi padre que nunca me había escuchado tocar. Me dijeron que lo hacía a la perfección, y que no era posible que alguien sin estudiar, lo hiciera como yo lo acababa de hacer. No faltaron las felicitaciones, y hubo algo particular: desde ese día mi mayor me llevaba a todas partes. Una vez visité a Plato donde realicé mis primeras presentaciones en serio. A medida que animaba las parrandas iba consiguiendo nombre porque las gentes me recibían con singular aprecio. Recorrí parte de la sabana y logré más popularidad. Respecto a la leyenda que hoy se comenta, no es que yo diga que soy Francisco el Hombre, pero por haber tocado el acordeón a los 8 años sin haberlo practicado jamás, dio ocasión para que todos en la casa me llamaran así y con estos apodos me han llamado hasta mi mayor edad. Con el correr de los años compuse algunos versos y entonces me llamaron El Negro Francisco, otros me dicen francisco el Hombre y otros Pacho Rada. Todos estos apodos caseros quedaron con los más conocidos y viejos amigos de mi infancia. Mas por mis frecuentes actuaciones me hice famoso como Pacho Rada, pues así soy conocido en los pueblos donde se regó mi música y donde verdaderamente la saben apreciar. En compañía de mi padre fui a Aracataca y Fundación que apenas estaba comenzadito en 1925. Allí conocí acordeonistas de prestigio como Simón Caballero, Helios Molinas, Teófilo Molina, Nildo Peña. Rafael Ospino, José Núñez y otros con quien toqué en varios puntos con buen éxito. Meses después de este viaje falleció el autor de mi vida y entonces tomé a pecho la música haciendo correrías por los pueblos de San Sebastián, Astrea, Mompós y el Paso. Como de todo tiene la vida y un hombre con fama, pues en esos desplazamientos conocí a María Ospino con quien tuve cuatro hijos y me acompañó por muchos años. Con ella formé una posición que denominé El Colegio, porque para ese tiempo ya me llamaban maestro, lugar donde daba clase a discípulos que más adelante se convirtieron en figuras, entre ellos Ventura Díaz, José Ospino, Leandro Núñez y otros cuyos nombre se me escapan. Dicha posición queda cerca de El Difícil, pueblo donde he tenido domicilio durante la mayor parte de mi vida, luego que murió mi padre. Por esa época las gentes no me dejaban parar quieto, tocaba en las posiciones. Recuerdo que mi padre tenía un gran amigo llamado Daniel Hernández con quien se visitaba en forma constante y posteriormente lo hizo con migo. En una de sus visitas amanecíamos tocando, él haciéndome escuchar los sones que había compuesto, en el tiempo que durábamos sin vernos, y yo hacía lo propio. Esos comentarios se extendieron por todas partes y las gentes rumoraban que yo había hecho pacto con el diablo. Esto despertó un entusiasmo del otro mundo y a veces tenía que huirle a las mismas gentes para evitarla serie de preguntas. En una oportunidad fui a tocar le al señor Juan Molinas a su finca La San Lucas donde permanecí cinco días en fiesta, al cabo de los cuales pude escaparme de los presentes después de las diez de la noche. De un lugar a otro había que cubrir un inmenso tramo por las montañas. Cuando yo iba por el centro del bosque escuché el toque de un acordeón y le respondí. Cuando terminé volvió a tocar el que imaginaba que era Daniel. En esta forma y sin ninguna clase de medios verbales tocamos cinco piezas cada uno. Esperé un poco para que se acercara el que estaba tocando pero no lo hizo. Así que proseguí mi marcha y se acercaba la que era mi casa cuando oí el acordeón que tocaba detrás de mí. Como realmente yo no encontré ni vi a nadie, esto me hizo erizar y pensé que era el diablo el que tocaba con migo. Este comentario se extendió por todas partes y llego a las columnas de varios periódicos, entre ellos El Espectador, hace ya muchos años. Claro está que esta versión la han comentado en una y otra forma, pero la del verdadero cuento es esta. Decidí visitar Barranquilla donde conocí a Camacho y Cano, quien me hizo presentar en la Voz de la Patria. Acá comenzaron las pruebas para las grabaciones que más tarde alcanzaron triunfo internacional, siendo este mi inicio en los discos, medio que acumuló mi fama. Regresé a El Difícil a trabajar en la agricultura, de la que siempre he vivido por que el resto es parranda. No obstante yo mantengo saliendo a distintas partes del país porque me contratan para alegrar festividades tradicionales, carnestoléndicas y familiares, y debo confesar que las gentes han respondido con gran entusiasmo. Para terminar le diré Sr. Pinilla que mis estudios fueron –ningunos-, soy hombre sin letra porque en mi época era supremamente difícil aprender. Tengo tres hijos profesionales en el acordeón, son ellos Francisco Manuel Rada Ortiz, Alberto Constantino Rada Ospino y Francisco Rada Oviedo. Estoy casado con Manuela Oviedo, pero mis hijos todos son legítimos. Había visitado al maestro Pacho Rada en noviembre de 1998, en su parcela de Santa Marta, y lo había encontrado lleno de amor, de historias y de canciones, pero muy escaso de dinero. Aunque lo hallé jovial e impetuoso, como aquel tigre que una vez liquidó, derivando toda la leyenda del “Tigre de la Montaña”, también es verdad que Pachorrada tenía 92 años, suficiente como para que algún gracioso, en alguna esquina de la Costa, reaccionara con la frase usual de los graciosos:-¿Nada más? 92 años que le alcanzaban y le sobraban al maestro para ejecutar magistralmente el acordeón, tal como lo hizo sin problemas para nuestras cámaras. Pacho Rada tocó todo lo que le pedimos, incluyendo su famosa “Lira”, la metáfora certera del hombre que tiene el espíritu invadido de música: “Es una lira plateña, nació a la orilla del río, tiene bastante sembrío, y se oye en la tierra ajena”. (Uno de esos detractores gratuitos que tiene el vallenato se mofaba de la palabra “sembrío” y resulta que no sólo es castiza, sino de un gran contenido poético.) Confieso que tuve que frotarme los ojos para poder creer que aquel nonagenario de paso cansado, con 13 hijos, sesenta nietos, más de 150 biznietos, y setenta y pico tataranietos, estuviera aún interpretando el complicado instrumento de una manera tan lúcida y vital. Tal vez era el amor. Unos años antes, en su lecho de muerte, Manuela Oviedo le había dicho a Pacho Rada: —La única mujer que lo puede cuidar a usted como yo lo cuidé se llama Aida Manjarrés. Aida Manjarrés había sido durante mucho tiempo una vecina muy allegada a la familia, a la que Pacho Rada jura jamás haber mirado con ojos distintos a los de eso precisamente, una amiga. Tres años después de la muerte de Manuela, Pacho Rada tomó por esposa a Aida, mujer blanca, silenciosa, de cabellos lacios y brillante, a la que le llevaba cuarenta años. Luego los vimos en plena luna de miel, ella siguiéndole siempre el paso de cerca, ayudándolo con el acordeón, preparándole el tinto cerrero, cumpliendo al pie de la letra el designio instintivo de la difunta Manuela. Pacho Rada sostiene que el matrimonio habría sido perfecto, de no ser por el pequeño detalle de la pobreza. El día en que los visité se necesitaba con urgencia una botella de suero que el maestro requería para uno de sus achaques. Pero un año después, en abril de 1999, a ambos les llegó el momento de redondear su luna de miel. El maestro Pacho Rada, junto con sus colegas Abel Antonio Villa, Andrés Landero, “Toño” Salas y Lorenzo Morales, recibió un vibrante homenaje en la jornada inaugural del 32 Festival de la Leyenda Vallenata. La Primera Dama de la Nación, Nohra Puyana de Pastrana, le impuso a Pacho Rada la corona que las circunstancias históricas le habían negado y Pacho Rada interpretó, como todo un rey, dos de sus canciones, ante una plaza repleta que lo ovacionó. Y allí, al fondo de la tarima, observando todo con ojos de orgullo, custodiando amorosamente a su viejito, estaba Aida Manjarrés. Esta vez el homenaje no fue sólo el “ho”, sino también el “menaje”. Pacho Rada, como los otros maestros, recibieron dos millones de pesos cada uno. ¿Hacía cuánto Pachorrada no veía esa plata junta? De aquellos cinco juglares, tres se nos han adelantado en el tránsito inevitable hacia la muerte. El viejo Pacho es uno de ellos. Se nos fue en 2003. Hoy quisiera ver entre sus descendientes más unión y solidaridad, y también quisiera ver salir a Aida de los agobios económicos por los que atraviesa. El ejemplo no les falta: el viejo Pacha Rada fue un hombre bueno. Que lo diga mi colega Víctor López, uno de los más brillantes periodistas del Caribe colombiano, y quien recibió el apoyo del viejo Pacho en un momento crucial de su vida. Jamás pertenecí a la cuerda de periodistas que le rendían pleitesía permanente a la Cacica Consuelo Araujonoguera. Con el dolor de mi alma hasta tuve un par de polémicas con ella. Pero con el homenaje a Pacho me le quité el sombrero con reverencia. Lo que ella hizo, de darle a Pacho Rada y sus colegas olvidados semejante “ho” y semejante “menaje”, le dieron una dimensión humana que soy el primero en reconocerle. Toda la Costa se lo agradece hoy, cuando ella tampoco está. Y para que lo oigan los dos en el más allá, les repito el verso elemental que cantó Pacho Rada en esa noche maravillosa: “Consuelo Araújo ha ganado la batalla...” MURIÓ FRANCISCO 'PACHO' RADA. Por: Leonardo Herrera Delghams Corresponsal EL TIEMPO - Santa Marta Uno de los últimos juglares del folclor vallenato. El compositor de 'La lira' había sido nombrado Rey vitalicio del Festival de la Leyenda Vallenata. Falleció a los 96 años esperando una pensión que nunca llegó y en medio de la pobreza. Muchos tendían a asociarlo con el legendario Francisco El Hombre. En su humilde casa del barrio La Paz, al sur del balneario El Rodadero, donde vivió los últimos 20 años de su vida, lo sorprendió una virosis, que afectan esta zona del país como consecuencia de la temporada invernal. Pese a los cuidados de su hija Pabla Rada Oviedo, Pacho no pudo resistirla. "No resistió esa gripa, ayer después de bañarlos y afeitarlo se me desmayó en los brazos y me dijo que se sentía mal. Como a las 4 p.m. lo llevamos a la clínica donde falleció a las 12:30 de la madrugada", dijo Pabla. De sus cuatro uniones dejó 13 hijos, quienes le dieron 100 nietos, 200 biznietos, 30 tataranietos y 6 'salta corral' como se le llama en esta zona a los descendientes en 4 generación. Su último matrimonio fue a los 93 años, pero la unión de disolvió al poco tiempo y quedó viviendo con su hija menor Pabla. Sus hijos cuentan que durante varios meses solicitó cita con el gobernador del Magdalena, José Domingo Dávila Armenta, y en más de una ocasión lo dejaron en la puerta del despacho esperando. "Nunca lo atendieron, solo quería que el gobernador lo ayudara a conseguir su pensión", dijo Pabla. Su sepelio fué en el cementerio del corregimiento de Gaira. En la pobreza 'Pacho' Rada vivía de 400 mil pesos que mensualmente le giraba Sayco por derechos de autor y una o dos veces al año recibía cheques de regalías, de 30 mil o cuando eran buenos 200 mil pesos. Con este dinero su hija Pabla, terminó de levantar la casa, la cual que no tiene ventanas, acabados ni encerramiento. Uno de sus sueños fue de cantar al lado Carlos Alberto Vives Restrepo, con quien se encontró el año pasado en Bogotá dentro del lanzamiento del Festival Cuna de Acordeones. Hace dos años, el maestro Rada estuvo gravemente enfermo, y desde Santa Marta tuvo que ser trasladado a Barranquilla para que allí recibiera tratamiento a sus problemas cardíacos y pulmonares. En la Clínica El Prado, internado por autorización de Sayco, recibió la atención médica y se recuperó. El año pasado, Rada hizo fuertes críticas al desarrollo del Festival de la Leyenda Vallenata en Valledupar, que causaron disgusto. "Nunca me presenté a un festival, porque sabiendo cual es el tratamiento que se le da al concurso, con toda mi experiencia podría haber terminado perdiendo con unas personas que de música no saben nada", expresó desde su lugar de reposo en Santa Marta. Pese a no asistir, pero dado su aporte a la música vallenata, en 1998 por decisión de la junta directiva de la junta directiva de la Fundación del Festival Vallenato junto con Andrés Gregorio Landero Guerra, Rafael Antonio Salas Araújo “Toño”, Abel Antonio Villa Villa “El Padre Del Acordeón” y Lorenzo Miguel Morales Herrera “Moralito”, pasó a ser parte del listado de los reyes vitalicios de esta singular fiesta costeña. Rada, en sus declaraciones dejó sentir como una especie de resentimiento. En 1993, cuando apadrinó a su hijo Alberto Constantino y este se convirtió en el nuevo rey profesional del Festival, dijo que solo desde ese año fue que comenzaron a ser reconocidos sus méritos. "A partir del momento que mi hijo gana el Festival es que Valledupar y la región comienzan a interesarse por 'Pacho' Rada, cuando ya tenía una larga trayectoria en la vida musical, con canciones que le habían dado la vuelta al mundo", anotó. Rada nació el 11 de mayo de 1907 en Plato (Magdalena), del hogar formado por Alberto Constantino Rada Ballestas, "un acordeonero de poca trascendencia" según el investigador de música vallenata Celos Guerra, y María Gregoria Batista Villarreal. Entre sus cantos se destacan La lira plateña, Sipote luto, El chupaflor, La ñatica, Sinforoso Fernández, El tigre de la montaña. Su sepelio se cumplirá hoy, a las cuatro de la tarde en el corregimiento de Gaira, en Santa Marta. Adiós al Rey vallenato Julio César Bovea Fandiño, músico colombiano: "Para mí fue un impacto esta noticia. Hace poco nosotros estuvimos en Bogotá, en el lanzamiento del Festival Cuna de Acordeones. Recuerdo que hace unos 12 años, lo encontré también y le pregunté cómo se conservaba. Me respondió: "las mujeres me tienen conservado. No dejó ni mi tabaco ni mi ron". Lolita Acosta, Fundación Festival de la Leyenda Vallenata: “Lamento el fallecimiento del juglar, compositor y acordeonero, creador de una escuela vallenata. El mejor intérprete del son a quien en 1999 escogimos como rey vitalicio, padre de otro rey del vallenato, en honor a quien se hizo la película El acordeón del diablo. Fue uno de los primeros músicos que grabaron y divulgaron el folclor vallenato y lo sacaron de Colombia”. Esta pues, la historia del famoso acordeonista costeño, estilóbato inconfundible de la música vallenata o Folklor del Magdalena como lo denomina Abel Antonio Villa; hombre precoz que floreció en el campo de la interpretación y espigó como compositor. Las obras que Pachito Rada ha creado son trozas auténticamente típicas, cuyos versos encierran las ocurrencias de la vida cotidiana y los mitos de los habitantes de la costa norte de la nación.

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