Nació el martes 3 de abril de 1945, fue criado por su abuela en Palo Alto, Corregimiento de Marialabaja, Departamento de Bolívar (Colombia); su niñez transcurrió como la de cualquier muchacho del campo, dedicado a labores agrícolas, hasta que a la edad de 14 años se muda con su madre Martina Tovar y se establecen en Nueva Estación, corregimiento de Buenavista, Departamento de Córdoba (Colombia), allí Enrique aprendió a tocar violina, y al ver su talento, su madre decidió regalarle un acordeón sencillo de dos teclados cuando Enrique contaba con 18 años de edad.
Nutrió su virtuosidad musical inspirado en la música de Andres Gregorio Landero Guerra y Luis Enrique Martínez Argote “El Pollo Vallenato”, padre del estilo de lo que después llamarían “vallenato”, o sea la música de acordeón de los Departamentos del Cesar y La Guajira.
Enrique Díaz Tovar tiene la rara cualidad de ser original. Su estilo es único, excepcional, sus interpretaciones tienen personalidad artística, en ellas se deja notar la autenticidad del alma del verdadero artista que no aspira a ser alguien más que si mismo y expresar con su música lo que su alma siente. Cuando pase el tiempo, Enrique Díaz Tovar seguirá siendo Enrique Díaz Tovar.
ENRIQUE DÍAZ TOVAR ES AUTÉNTICO, Y ES NUESTRO
Por: Edgar Cortés Uparela
El producto comercial en que se convirtió la música de acordeón, denominada ahora indiscriminadamente “vallenata”, la ha llevado a la categoría en que han caído los demás géneros populares: “desechables”.
Enrique Díaz Tovar tiene la rara cualidad, sobre todo en estos tiempos, de ser original. Su estilo es único, excepcional.
Conversando con el Maestro Gilberto Alejandro Durán Díaz sobre la actual música de acordeón, me decía con esa filosofía simple y profunda que lo caracterizaba: “Está bien que eso lo hagan los jóvenes, lo malo sería que yo lo hiciera”.
Pienso que el producto comercial en que se convirtió la música de acordeón, denominada ahora indiscriminadamente “vallenata”, la ha llevado a la categoría en que han caído los demás géneros populares: “desechables”. Canciones de corto vuelo.
Para Mí es claro que nuestras auténticas expresiones musicales pueden conservarse con una labor pedagógica que empiece por la casa, prosiga en las escuelas y colegios y con el apoyo a festivales tendientes a reafirmar nuestra identidad cultural. Lo anterior se puede comprobar con el caso de la música del interior del país, que sigue viva, a pesar de su ausencia del mercado del disco. Sus gentes cultivan en sus hijos el gusto por su música y tradiciones. Hay labor al respecto en las escuelas y colegios y no faltan conservatorios, como es el caso de la Universidad del Tolima. Promueven y apoyan festivales importantes como los del Mono Núñez en el Valle, el de la Canción en Villavicencio y el de Garzón y Collazos en Ibagué, solo por citar algunos.
En una ocasión, con motivo del éxito de Carlos Alberto Vives Restrepo con sus Clásicos De La Provincia, mostré a mi hijo el origen de las canciones de su trabajo. Se sorprendió escuchando “La Gota Fría” por Nicolás Elías Mendoza Daza “Colacho”, “La Tijera” por Luis Enrique Martínez Argote “El Pollo Vallenato”, “Altos del Rosario” por Gilberto Alejandro Durán Díaz, y así. Algún tiempo después, me complació ver su interés por conocer más sobre los viejos maestros de la música de acordeón. El mismo Vives Restrepo atribuye su éxito a que sólo tuvo que escudriñar sus raíces, sin acudir a préstamos culturales. Por cierto, como hecho curioso, otro de los sueños que se le cumplió a Vives Restrepo fue poder celebrar su matrimonio con las notas del maestro Luis Enrique Martínez Argote “El Pollo Vallenato”.
Bueno, pero todo lo anterior para ambientar la nota sobre uno de los personajes más importantes de la música sabanera y, en general, de la música de acordeón de nuestro país: el Maestro Enrique Díaz Tovar.
A propósito, ¿A quién imita Enrique Díaz Tovar? Enrique pertenece a la estirpe de Gilberto Alejandro, de Luis Enrique, de Calixto Antonio, de Andrés Gregorio y de Alfredo De Jesús, que son maestros porque crearon su propio estilo.
Hacer este escrito sobre Enrique Díaz Tovar me dio la oportunidad de conocerlo personalmente. Hace mucho tiempo guardo una gran admiración por la obra musical de Enrique, admiración que nació muy lejos de estas tierras. En los albores de los años 70 yo vivía en Bogotá, donde, por esas épocas, los costeños éramos unos bichos raros. Para escuchar música de acordeón, que era uno de nuestros alimentos espirituales, teníamos que esperar el programa “Concierto Vallenato” de Radio Juventud que se emitía los domingos de una a tres de la tarde bajo la dirección de Carlos Melo Salazar. Enrique Díaz Tovar mandaba la parada con “Rancho Triste”, “La Caja Negra” y “La Monterrubiana”, entre otros temas. La música de Enrique nos hacía brotar todas las nostalgias de nuestra tierra.
Recuerdo la incomodidad de los cachacos en las fiestas cuando lográbamos poner un disco de Enrique y se me daba por imitar los gritos de Cástulo Padilla, su guacharaquero.
Enrique Díaz Tovar tiene la rara cualidad, sobre todo en estos tiempos, de ser original. Su estilo es único, excepcional.
En alguna ocasión leía que después de Guillermo De Jesús Buitrago Enríquez "Buitraguito" y Charles Romuald Gardés “Carlos Gardel” ha habido versiones mejores y con técnicas de grabación muchísimo más modernas de “La Víspera de Año Nuevo” y de “Caminito”, pero la gente sigue prefiriendo las grabadas por ellos hace más de medio siglo. La respuesta es simple: tenían personalidad artística, eran ellos mismos.
Cuando pase el tiempo, Enrique Díaz Tovar seguirá siendo Enrique Díaz. Tovar
Bueno, pero, ¿De dónde salió Enrique Díaz Tovar? Este predestinado para la música creció criado por su abuela en Palo Alto, corregimiento de Marialabaja (Bolívar). Había nacido el martes 3 de abril de 1945 y su vida transcurría como la de cualquier muchacho de monte, aprendiendo algunas labores agrícolas y sin ningún interés por el estudio.
Su vida cambió radicalmente cuando decidió acompañar a su mamá, Martina Tovar, a establecerse en Nueva Estación, corregimiento de Buenavista (Córdoba). Tenía entonces 14 años. Doña Martina organizó negocios en el pueblo que le permitían un buen modo de vida, lo cual, unido al apoyo que siempre brindó a Enrique, facilitó que éste buscara su propio camino en la vida. Enrique aprendió a tocar violina y no faltó gente que comentara a doña Martina sobre las virtudes musicales del muchacho, por lo cual decidió regalarle un acordeón sencillo de dos teclados cuando contaba unos dieciocho años.
Aprendió a manejar el acordeón tocando la música de Andres Gregorio Landero Guerra y de Luis Enrique Martínez Argote “El Pollo Vallenato”, pero, como él dice, nació musicalmente con su propio estilo.
Contrariamente a lo que muchos creíamos, el ídolo musical de Enrique no fue Gilberto Alejandro, sino Andrés Gregorio, aunque profesa una gran admiración por Luis Enrique y por Francisco Manuel Rada Ortiz “Pachito”.
Es significativa la admiración de Enrique por Luis Enrique Martínez Argote “El Pollo Vallenato”, padre del estilo de lo que después llamarían “vallenato”, o sea la música de acordeón del Cesar y La Guajira.
La fama de Enrique se extendió por la región: Nueva Estación, Buenavista, el Cauca; pero ese mundo ya le apretaba, era muy pequeño para sus aspiraciones. Con 22 años y con una tremenda fe en sí mismo, se fue para Medellín Antioquia con la sola dirección de la señora Anita, donde se alojaban todos los músicos que por esas calendas iban a templar a la capital paisa en busca de acceso a los estudios de grabación.
Llegó domingo en la madrugada a Medellín y se encontró con Cástulo Padilla, guacharaquero con experiencia en eso de las grabaciones. Cástulo convenció a don Otoniel Cardona, dueño de Industrias Fonografías Victoria Limitada, para que lo escuchara. Se hizo la audición el martes siguiente a su llegada, y el miércoles grabó su primer sencillo “Mujer Ingrata”, un paseo de su autoría.
Enrique atribuye a la suerte la manera tan fácil como llegó al disco, pero yo me atreví a comentarle que, probablemente parte se debía a la suerte del predestinado, pero mucho fue por su talento.
Siguieron varios sencillos hasta que su acogida hizo que Industrias Fonografías Victoria Limitada empezara a producirle Long Plays, como llamaban antes al conjunto de canciones grabadas en pastas.
El matrimonio musical de Enrique con Cástulo Padilla duró 20 años, y una de las características de las grabaciones de la época de oro de Enrique fueron los dos gritos agudos con que Cástulo animaba la canción. Cástulo dejó a Enrique para servir a Dios y vive en Caucasia, Antioquia, dedicado a labores de evangelización.
El conjunto inicial de Enrique estuvo integrado por el mencionado Cástulo Padilla en la guacharaca, Héctor Martínez en la caja y Daniel Peña en las tumbadoras. Enrique ha sido reacio a participar en festivales y, cuando lo ha hecho, ha sido por iniciativa de sus amigos. Sin embargo, participó en el tercer festival vallenato celebrado en 1970 y ganado por Calixto Antonio Ochoa Campo. Ha sido rey en los festivales sabaneros, bolivarense, San Pedro de Urabá y Caucasia.
Cuando participó en el festival vallenato se conoció con Camilo Namén Rapalino, quien le dio el tema “Ando buscando una mujer”, uno de sus grandes éxitos. Un caso curioso fue el de “La Monterrubiana”, una de las canciones más importantes de su vida musical. En una de sus correrías, como Él dice, se tropezó con Joaquín Pablo Cervantes Osorio "Johnny", más conocido como el Johny Cervantes, corista de la época de oro de Alfredo De Jesús Gutiérrez Vital “El Rebelde Del Acordeón”, quien, sin tener antecedentes como compositor, le dio el tema citado.
Un hecho destacado en la vida artística de Enrique fue su famosa piqueria con Rúgero Suárez. De acuerdo con Enrique, Rúgero cantaba “El Diccionario” en las parrandas, tema en el cual le echaba pullas. En una ocasión se encontraron en Medellín Antioquia y Enrique lo llevó a Codiscos para que grabara el tema mencionado. Él grabó “Mi Fama Está En La Calle”, donde contestaba las sátiras de “El Diccionario”. La gente se interesó por el pique y siguieron grabando algunos discos echándose vainas. La estrategia comercial les produjo muy buenos resultados.
Enrique Díaz Tovar, como hiciera Gilberto Alejandro Durán Díaz, no ha claudicado en su originalidad, lo cual le da la ventaja de tener público propio. No ha necesitado adoptar modas pasajeras para mantenerse vigente y vivir cómodamente en Planeta Rica al lado de Elvira Peña, su esposa desde hace treinta años, quien le dio tres hijos que, sumados a los doce que tuvo en uniones anteriores, constituyen su familia, uno de sus mayores orgullos.
1984 - lo mejor de enrique diazla tumbano olvido el tragoaquella tardemi machetepachanguerano soy locoen el puertomadre bernardaregresala repachangosaporque tefuistelos campesinosun compi q mejore las portadas , saludos
enrqdiaz1984 - LO MEJOR DE ENRIQUE DIAZ-grawil.rar 27.7 MB
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